Prieto logra una convincente caracterización femenina que oscila entre la sensualidad y la rudeza. Se trata de un intérprete imaginativo, seguro, que maneja con acierto la ironía y la plasticidad. Su Adolfina evidencia una cuidadosa exploración de la oralidad y la gestualidad popular cubana. El balanceo del sillón, la mecanización del acto de comer y la relación que entabla con los diminutos elementos escenográficos son, entre otros, hallazgos felices del montaje. (...) +Más
Crítica de 'Adolfina' en El Nuevo Herald
(...) Adolfina impacta con su presencia escénica: corpulenta, labios y cejas rabiosamente negros, busto enorme y prominente, una holgada bata blanca y piernas sin depilar.
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